Voces de los hogares de acogida: historias reales de dolor, poder y posibilidades
Si la primera parte de nuestra serie de hogares de acogida trataba sobre el por qué, esta es sobre el quién. Detrás de cada estadística sobre hogares de acogida hay una persona real: a veces un niño que intenta sentirse seguro, un padre que se esfuerza por curarse o un cuidador que aprende a amar de nuevo.
En esta publicación, compartimos voces reales (y representativas) del sistema de hogares de acogida: su dolor, su poder y su potencial.
«Solo quería que alguien se quedara». — J., 19 años, ex joven adoptivo
«Estuve en 11 hogares antes de cumplir 14 años. Cada vez que me mudaba, lo perdía todo: mi escuela, mis amigos, mis cosas. Se sentía como volver a empezar cada vez. Lo peor era sentir que no pertenecía a ningún sitio. Lo que cambió las cosas para mí fue mi duodécima colocación, una familia que me dijo que no iban a ir a ninguna parte. Esa estabilidad me salvó la vida».
«Pensamos que estábamos ayudando, pero fuimos nosotros los que crecimos». — T. & M., padres adoptivos
«Cuando nos convertimos en padres adoptivos, teníamos miedo. ¿Podríamos manejar el trauma? ¿Podríamos apegarnos demasiado? Lo que no esperábamos era cuánto nos enseñarían a estos niños sobre la resiliencia, el perdón y el amor incondicional. Todos los niños han dejado una marca en nuestros corazones. Somos mejores padres gracias a ellos».
«La reunificación es la meta, y yo soy la prueba de que es posible». — C., madre biológica reunificada
«Perdí a mis hijos en hogares de acogida debido a problemas de adicción y salud mental. Fue el momento más difícil de mi vida. Pero mi asistente social creyó en mí. También lo hizo mi grupo de apoyo. Fui a rehabilitación, recibí terapia y luché para recuperar a mis hijos. Dos años después, volvemos a estar bajo el mismo techo: sanando, un día a la vez».
Salud mental: la capa a menudo invisible
Los hogares de acogida y la salud mental están profundamente entrelazados. Muchos niños bajo tutela han sufrido traumas que requieren apoyo profesional y, sin embargo, los servicios de salud mental suelen ser inconsistentes, carecen de fondos suficientes o son de difícil acceso.
Apoyar a los jóvenes significa:
- Brindar atención basada en el trauma en todos los entornos
- Ofrecer terapia y apoyo emocional consistentes
- Capacitar a las familias de acogida y a las escuelas sobre las necesidades de salud conductual
- Crear espacio para que los niños procesen su dolor sin vergüenza
Cuando tratemos al niño en su totalidad, no solo los comportamientos superficiales, potenciamos la curación y el crecimiento.
Llamado a la acción
Estas historias nos recuerdan que los hogares de acogida no son personas rotas, son sistemas rotos. Pero podemos ayudar a solucionarlos de la siguiente manera:
- Escuchá con empatía
- Apoyar a las familias antes de que ocurra la separación
- Crear entornos seguros, estables y amorosos
- Abogar por reformas que pongan el bienestar de los niños en primer lugar
No necesitas un título para cambiar vidas, solo necesitas un corazón.
A medida que el Mes de los hogares de acogida llegue a su fin, hagamos avanzar estas voces. Dejemos que resuenen en nuestros hogares, iglesias, escuelas y políticas. Porque todos los niños merecen un lugar al que pertenecer, no solo en mayo, sino todos los días.